” Tevez no puede ser un problema. Cuando se fue, el equipo también andaba bien. Y, además, es un buen jugador. Uno cree que todos esos buenos jugadores, con la calidad que tienen, deberían ayudar. Y también entiendo que Tevez sabe que nosotros estamos muy bien. Él sabe que va a venir al equipo a sumar y no a restar”. La firma de la frase es de Guillermo Barros Schelotto, en una entrevista con la nacion, a principios de noviembre del año pasado. Por entonces, el regreso del Apache apenas era una intención, por más que las negociaciones fueran top-secret.

Todo se concretó tiempo después, aunque, por un motivo u otro, Tevez nunca recuperó su verdadero lugar. A Daniel Angelici no le faltaron las ganas de potenciarlo, ya que el Apache siempre fue una de sus grandes amistades y debilidades. Es más, cuentan allegados que, en los últimos tiempos, el presidente no podía entender cómo Guillermo no le daba un papel más protagónico y cómo todavía se mantenía el debate: ¿Tevez podía ser Nº 9?, como sostenía el cuerpo técnico. ¿O Tevez tenía que ocupar una posición en la que se sintiera más cómodo?, como se preguntaba la mayoría.

Pero habrá que ser sinceros: Tevez volvió en un mal momento para el individualismo, con un equipo líder y con un funcionamiento sincronizado. La lesión de Darío Benedetto hasta le abrió un lugar impensado. No por el Apache, claro, sino por la mera cuestión colectiva. Además, se había ido a China entre algunas formas que nada tuvieron que ver con el protocolo. Por ejemplo, se despidió por las redes sociales.

Barros Schelotto no cedió y puso a Tevez en la posición que creyó más conveniente en cada partido. En muchas ocasiones fue delantero neto. En otras, las menos, se retrasó unos metros, como más cómodo se siente y como jugó en sus últimos grandes tiempos en Juventus.

Lo cierto fue que la transferencia a China, la que el mismo Tevez definió como un período de “vacaciones”, condicionó todo lo que vendría. Ya no hubo presentaciones grandilocuentes ni besos al césped de la Bombonera. Tampoco le quedó reservada la camiseta Nº 10, pese a que el dijo que quería usar el Nº 32. Ni siquiera, al principio, se quedó con el brazalete de capitán, que quedó en poder de Pablo Pérez hasta que una suspensión le impidió llevarlo.

Tevez no fue Tevez. Ni el juego ni la estadística lo ayudaron para que otra vez desplegara las alas de un superhéroe. Sólo hubo que verle la cara cuando fue reemplazado por el juvenil Gonzalo Maroni (ante Unión, cuando el partido no estaba definido) y hoy, cuando le cedió el lugar a Junior Benítez. Apenas en este regreso si se le puede contabilizar como aparición decisiva el gol en el 1-1 ante Palmeiras, en Brasil, por la Copa Libertadores.

A estas alturas hay una sola conclusión: Tevez fue campeón otra vez con Boca. “Perdón por tan poco”, se sinceró, ya en la noche de la Bombonera. El gran problema es que nunca se sintió importante.

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