Esta semana la pelea entre la Argentina Imaginaria y la Real creció como nunca antes. La historia de los encuadernados, el rechazo a la despenalización del aborto, el psicótico brote público de Oyarbide y la prisión de Boudou no dieron respiro y lograron que emergiera la Argentina Real. El argentino -hombre que, como decía Ortega y Gasset “camina todo el tiempo delante de sí mismo”- se encontró en medio de un juego de baldosas flojas donde el futuro es imposible de adivinar. ¿Alcanzará, por ejemplo, la mentira que esgrimen ahora los empresarios arrepentidos de haber entregado el dinero para la campaña electoral?. No cierran las fechas, la frecuencia ni las otras contribuciones –públicas o secretas – de los mismos que ahora afirman haber puesto dos o más veces.

Argentina vive en estado de campaña electoral, pero no tanto.Lo que al principio pareció un complot de la KGB, el Mossad y la CIA se va definiendo como lo que es: el tipo que anotaba era solo un tipo que anotaba, uno más en la cadena, un mensajero con miedo a quedarse sin laburo cuando Cristina saliera del poder; un metódico y obsesivo anotador que hubiera tenido un final horrible si se hubiera animado a usar los cuadernos para extorsionar a la banda.

El Oyarbide real, devenido con los años en una especie de cantante puertorriqueño que perdió su sombrero de frutas, gritó la verdad sin poder controlarse. No dijo, claro, que mientras lo tenían agarrado del cogote el pudo manotear algunos billetes. Y en ese contexto, de pronto, se hicieron públicos hechos secretos de amenazas a jueces durante aquellos años: el secuestro de los hijos del fiscal Taiano, el video de su hijo que recibió Bonadio, imágenes de la Argentina Real que salían a la superficie. La idea de la cosa juzgada irrita, que flotaba desde hace algunos años en el topos uranos del Derecho, cayó justo sobre el arrepentido platinado: para meter presa a Cristina sólo se necesita una calculadora, las causas de enriquecimiento ilícito son de una evidencia fatal.

La Argentina Imaginaria se va quedando sin excusas. Los empresarios encuadernados discuten si presentar un arrepentimiento conjunto: ok, era una guerra, no respetamos ninguna convención. “Sin coima no había trabajo y estamos arrepentidos. Fuimos todos,y estamos dispuestos a devolver parte del dinero. Quizá lo hagan cuando ya sea tarde. El kirchnerismo residual vive un desbande. La palabra es exacta: la banda se desbanda, Aníbal discute en twitter con Abal Medina, Cristina niega todo incluso frente a su círculo íntimo, que sabe todo; el fantasma de Odebrecht crece. Peleado con el PRO, Calcaterra aclara en privado que la idea de presentarse fue suya y que su primo intento disuadirlo. En la diagonal de la escena, el colectivo feminista se deprime por la reacción del Senado: la Argentina Imaginaria nunca tuvo encuentra al interior ni a la Iglesia. Los subestimó. De haber hecho un plebiscito ¿El resultado hubiera resultado similar?.

La imagen de Cristina dinamitando su posición de doce años en diez minutos fue patética: fundó su vertiginoso cambio en las charlas con su hija. Enhorabuena. Quizás las charlas con Máximo la lleven ahora a la despenalización de la drogas.

Antes, en Diputados, los indecisos de la Argentina Real dejaron como nunca en evidencia el negocio del cambio de voto a la madrugada (es cierto, a esa hora uno está más cerca de Dios o de las ventajas). Y finalmente Boudou está preso. La Argentina Imaginaria que discutía la salud mental de Laura Muñoz, que pedía a gritos una foto de Amado y Vanderbroele juntos, que se negaba a ver lo evidente, hace silencio. Ni insectos como Brancatelli salieron a defenderlo. Ojalá lee lleven la vianda a la cárcel de Ezeiza. ”The dream is over”, (El sueño terminó) escribió Lennon. La Argentina Real corta el aliento. Pero devuelve a la vez, un viento saludable.

Artículo anteriorLuis Secco: “Después de una calma que duró un par de semanas hemos vuelto bajo sospecha.”
Artículo siguienteSeñores Senadores: No protejan más a Cristina