Ninguna crisis se reconoce como tal si al final del camino no se completa con un reordenamiento de cargos en el Gabinete, como acaba de definir el presidente Mauricio Macri en el área económica. Desde el punto de vista estratégico es una novedad esperanzadora, en especial si se tiene en cuenta que su antecesora en la Casa Rosada confirmó en sus cargos a diversos funcionarios en momentos mucho más complejos en materia de gestión que una crisis cambiaria, como la instalación progresiva del cepo al dólar o la tragedia de Once, donde la muerte de 52 personas no impidió que el ex ministro de Planificación, Julio De Vido, siguiera firme en su silla.

La unción del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, como coordinador del equipo económico (Macri se evita documentarle el ascenso a jefe de Economía en el Boletín Oficial, aunque en la práctica ése será el lugar) es la corroboración de que algo salió mal, tal como el Presidente lo reconoció a fines de la semana pasada, en otro ejercicio público de rareza histórica. Pero también el resultado de diversas capas de presión que se amontonaron sobre el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y sus coordinadores Gustavo Lopetegui y Mario Quintana. Se sabe: en la política todas las molestias estallan juntas en el momento de mayor debilidad.

Pocos meses después del cambio de mando, los ministros de Macri notaron una paradoja. Lopetegui y Quintana tenían voz y voto en las decisiones que hacían al manejo de todas las carteras, pero no firmaban decretos, resoluciones ni notas. El dato puede parecer menor, pero cobra relevancia si se lo mira en perspectiva. Por ejemplo, la principal defensa de los funcionarios de Cristina Kirchner radica en el lugar en el que pusieron su nombre por escrito.

Los coordinadores tampoco son las caras visibles de ninguna cartera específica. Eso hace que los ministros deban poner el rostro al momento de comunicar decisiones antipáticas con las que, quizás, no estaban de acuerdo ni hubiesen tomado de no mediar una orden de Jefatura de Gabinete.

No sólo de presiones internas se trata la reorganización del equipo económico. La idea de Macri de no tener un ministro fuerte de Economía chocó con el reclamo de varios empresarios, que después de dos años de Gobierno aún no tienen en claro a qué puerta deben tocar para pedir tal o cual cosa. Por ejemplo, Gustavo Weiss, de la Cámara de la Construcción, discute el plan de obras públicas con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, pero luego debe esperar la aprobación de los pagos por parte de Hacienda. O Marcos Bulgheroni, de la petrolera Pan American Energy, quien a nivel sectorial debe hablar con el titular de Energía, Juan José Aranguren, pero tiene que esperar definiciones de Hacienda y de Finanzas para saber cuándo cobrará, con bonos, lo que el Estado le adeuda en subsidios al gas. Quizás ese fue uno de los temas de conversación en la visita que le hizo a Dujovne en su despacho el 3 de abril pasado.

La creación de un organigrama horizontal también trajo consigo prácticas clásicas de la vida diaria, como el “llevar y traer” especulaciones y rumores, aunque con temas sensibles para el país, algo que también le genera molestia a Macri. Un ejemlo: hace aproximadamente un año Aranguren se había mostrado en público reacio a concederle un pedido al Grupo Techint, que proponía establecer un precio del gas que permitiera desarrollar más rápido Vaca Muerta. Sin molestias, los ejecutivos del holding que maneja Paolo Rocca sostenían al mismo tiempo que otras áreas de Gobierno no pensaban lo mismo que Aranguren. La referencia tácita era a Jefatura de Gabinete.

Dujovne también tuvo que ver con su fantástico ascenso. Es una especie de actor de reparto que se quedó con el papel principal de la obra en base a la paciencia y la perseverancia. Llegó para reemplazar a una figura fuerte como la de Alfonso Prat-Gay, quien quería ser ministro de Economía y debió conformarse con la cartera de Hacienda y Finanzas. Su salida fue celebrada por los Quintana y Lopetegui, quienes no lograron convencer al ex hombre de Elisa Carrió de reportarles debidamente ni de que trabajara en equipo.

Tampoco se tuvo en cuenta a otro personaje destacado en el ambiente económico del PRO como Carlos Melconián. Quería la silla de ministro plenipotenciario, algo que nunca estuvo en los planes de Peña y su equipo. Macri le pagó los años de trabajo en conjunto con la presidencia del Banco Nación, algo que Melconián vio como un premio consuelo. Se debió ir cuando, aún desde una posición de menor jerarquía, se hizo imposible la convivencia con Jefatura.

Al principio, el perfil de Dujovne era tan bajo que fue mirado de reojo por sus compañeros de Gabinete. El ministro de Finanzas, Luis Caputo, pidió que le crearan un ministerio (antes era secretaria) para no quedar en el organigrama debajo de un funcionario a quién no quería reportarle. No es el único que deberá hacerlo desde ahora. A la lista se suman otros nombres conocidos, como Guillermo Dietrich (Transporte), Aranguren, Andrés Ibarra (Modernización) y Rogelio Frigerio, entre otros.

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